


Rama - A Lifelong Learner
Written by Megan Juba

Like the baklava Rama makes and shares with his customers, his story is sometimes sticky and layer upon layer. He explains, in the tone of an educator, that since 1923 when his ancestors' land of Kurdistan was split into four Turkish nation-states, anything Kurdish – the names of the villages, music and even the language was banned and seen as a threat to Turkish authorities.
His dark eyes look longingly at a painting of his childhood home. It is a simple rural landscape with rolling hills and farm animals. He grew up with his parents, six brothers and one sister in a small village of thirty families. “I developed a really deep relationship with the land. From older generation, everything was passed to me. I would love to see that again.”
At age seven, he was forced to go to school and “that is the place where we get punished, assimilated by force.” There is a fence like a high security prison with a Turkish flag above it. A teacher holds a stick to beat the children. Rama recounts this memory and folds his hands in his lap, looks down at them like a subservient child who doesn’t know what is expected because the teacher does not speak his language.
Rama was the first generation of his family to go to middle school and, later, Gazi University in Ankara. To enter the university, students had to step on the Kurdish flag. “I was stepping on my identity…. It was them forcing me to do something that I didn’t want to do.” So, he quits school and joins the Kurdish human rights movement. Shifting in his chair, he recounts “One morning at 5am I woke up and ten police officers with guns in my apartment looking for anything related to Kurdish culture. They found Kurdish music in my laptop.” So, with fear, he gives up activism too.
After this, Rama was trading work for English language classes. This center found him work in the US but a Turkish political coup broke out two weeks after he arrived, so he stayed knowing he would be arrested and put in prison if he returned. He is now able to stay under political asylum.
Eventually, Rama made his way to Salida through the Salida Circus. With childlike wonder, he describes seeing a performer for the first time ever and wanting to learn himself. He says, “Seeing everybody as someone that I can learn something from. That has got me a lot of magical places. If you become a learner, everybody becomes your friend.”
Escrito por: Megan Juba
Título: Creciendo kurdo en Turquía
Cita: “Si te conviertes en aprendiz, todos se vuelven tus amigos”.
Descripción del Narrador: Rama, un aprendiz de por vida
Al igual que el baklava que Rama hace y comparte con sus clientes, su historia es a veces pegadiza y tiene capa sobre capa. Él explica, con el tono de un educador, que desde 1923, cuando Kurdistán, la tierra de sus antepasados, fue dividida en cuatro estados-naciones turcas, cualquier cosa kurda - nombres de aldeas, música e incluso el idioma, fue prohibida y vista como una amenaza para las autoridades turcas.
Sus ojos oscuros miran con anhelo una pintura de la casa de su infancia. Es un paisaje rural con colinas y animales de granja. Creció con sus padres, seis hermanos y una hermana en un pequeño pueblo de treinta familias. “Desarrollé una relación muy profunda con la tierra. Todo me fue pasado por generaciones anteriores. Me encantaría volver a ver eso”.
A los siete años lo obligaron a ir a la escuela y “ese es el lugar donde nos castigaban, nos asimilaban a la fuerza”. Hay una valla como en una prisión de alta seguridad y arriba, una bandera turca. Un maestro sostiene un palo para golpear a los niños. Rama cuenta este recuerdo y junta las manos en su regazo, las mira como un niño servil que no sabe lo que se espera de él porque el maestro no habla su idioma.
Rama fue la primera generación de su familia en ir a la escuela secundaria y, más tarde, a la Universidad Gazi en Ankara. Para ingresar a la universidad, los estudiantes tenían que pisar la bandera kurda. “Estaba pisando mi identidad…. Eran ellos obligándome a hacer algo que yo no quería hacer”. Entonces, deja la escuela y se une al movimiento kurdo de derechos humanos. Moviéndose en su silla, cuenta: “Una mañana a las 5 a.m. desperté y diez policías armados estaban en mi apartamento buscando algo relacionado con la cultura kurda. Encontraron música kurda en mi computadora”. Entonces, con miedo, él también renuncia al activismo.
Después de esto, Rama intercambiaba trabajo por clases de inglés. Este centro le encontró trabajo en los Estados Unidos pero dos semanas después de su llegada hubo un golpe político en Turquía, por lo que se quedó, sabiendo que sería arrestado y encarcelado si regresaba. Ahora puede permanecer aquí bajo asilo político.
Eventualmente, Rama llegó a Salida a través del circo de Salida. Con asombro infantil, describe haber visto a un artista por primera vez y deseando aprender por sí mismo. Él dice: “Ver a todos como alguien de quien puedo aprender algo me ha llevado a muchos lugares mágicos. Si te conviertes en aprendiz, todos se vuelven tus amigos”.